EL INSTITUTO EXPERIMENTAL DEL ATLÁNTICO

2009

A fines de 1985, mi papá tenía todo listo para que iniciara estudios de bachillerato en el Instituto Técnico Industrial “para que aprendiera un arte”. Había obtenido el más alto puntaje en la prueba de admisión y era un hecho mi ingreso el año siguiente, pero un artículo de El Heraldo en que se destacaba a unos estudiantes del Instituto Experimental del Atlántico José Celestino Mutis que viajaban a adelantar estudios universitarios en la Cortina de Hierro, cambió inesperadamente el rumbo de mi vida. La gran aspiración de mi papá siempre fue que estudiara y me radicara en una nación europea o norteamericana, y el Experimental constituía el laboratorio perfecto para mi preparación: se enseñaban siete lenguas extranjeras entre modernas y clásicas: inglés, francés, alemán, italiano, ruso, griego antiguo y latín; la educación era diversificada (desde música hasta talleres industriales), permanente y absolutamente gratuita. Una institución verdaderamente inconcebible en Barranquilla, Colombia y muy seguramente América Latina, si no el mundo; fruto, entre otros, de un genio: el profesor Alberto Assa, educador turco otomano nacido en Haydar Pashá, suburbio de la parte asiática de Estambul, frente al mar de Mármara, políglota, traductor, cascarrabias y dueño de un extraño y fino sentido del humor. Con su acento extranjero, tenacidad e inteligencia, había logrado en nuestro medio, en pro de la educación, lo que ningún gobierno antes ni después: una institución sui generis, acendradamente barranquillera, con el sello inconfundible de su inspiración europea. Además, el profesor Assa había fundado otras instituciones educativas como el Instituto de Lenguas Modernas, la Universidad Pedagógica del Caribe, el Instituto Pestalozzi, la Escuela Superior de Idiomas, la Facultad de Educación de la Universidad del Atlántico y el Concierto del Mes. Assa fue educado en una institución francesa en su natal Turquía; posteriormente se trasladó a Hamburgo, Alemania, donde se formó como institutor. Durante la Guerra Civil Española luchó por la República en calidad de brigadista internacional. Emigró a Barranquilla en 1952 procedente de las Islas Canarias, donde se encontraba preso desde mediados de los años 1940. Falleció en 1996, pro antes donó su cuerpo a la Universidad Libre para prácticas de los estudiantes de Medicina.

Cuando visité por primera vez el Experimental, a fines de 1985, tuve la impresión de que estaba en otro país. Lo primero que escuché fue una pieza de piano clásica ejecutada por una estudiante. Bustos de los más grandes músicos, acordes de pianos y de flautas, pinturas; cada uno de los detalles de la vieja casona y el frescor de la vegetación interior daban un toque mágico a este colegio insólito en nuestro medio. Aun hoy, el Instituto Experimental es, como siempre afirmó el profesor Assa, más conocido en Europa que en la propia Barranquilla, y sigue debatiéndose entre la vida y la muerte por los aportes siempre prometidos, pero nunca desembolsados, del gobierno. Paradójicamente, una institución que debería contar con toda la ayuda estatal y privada, tiene que contemplar, frecuente e inminentemente, la posibilidad de su cierre definitivo por falta de unos cuantos millones de pesos. En otra sociedad más justa y avanzada, el Instituto Experimental habría sido la niña mimada del aparato educativo. Pero infortunadamente fue concebido por unos fuera de serie, visionarios, soñadores al fin, en un país que es terreno ubérrimo para la proliferación de protuberantes injusticias y desigualdades como Colombia. Personalidades de la vida nacional como Rudolph Hommes, gobernadores del Atlántico, la familia Char y varios ministros de educación, han elevado su voz o han contribuido económicamente a la supervivencia de la fundación, pero la angustiosa situación persiste. Lamentablemente, la muerte del profesor Assa en 1996 dejó la institución sumida en una situación aún más difícil, lo que a la larga sería consecuencia de la ausencia forzosa de su carismático fundador, poseedor de una personalidad tan arrolladora, de un temple tan tenaz y de una sabiduría tan vasta, que solo pensar en su reemplazo es casi herejía.

 Profesor A. Assa